Quinta-feira, 12 de Maio de 2011

A DOENÇA, por Raúl Iturra

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

Giacomo Puccini - "Madama Buterfly": Un bel dì vedremo - Callas


 

Há quem pense que estar doente é o sal da vida: não é preciso trabalhar, por baixa não prolongada, as entradas salariais não diminuem, as queixas de não se estar bem elevam a piedade dos outros, até ao dia em que, por ser prolongada, a piedade acaba dando lugar ao cansaço e é-se enterradoem vida. Fica-sesó e sem albergue, sem pessoa que acuda, separado dos outros porque a perturbação mental ou corporal, não lhes é agradável, apesar de se querer ter amigos que acompanhem e aprendam a andar a passo lento, esse que a doença permite. A vida segue o seu curso, as pessoas passeiam e fica-se em casa à espera, à espera da mão que nos resgate da solidão das solidões: de se ser um ser à parte e ser uma perturbação para os outros.

 

Enfermidades há muitas, todas passíveis de cura. Excepto a que leva à morte. Doenças de que se foge mais rápido pelo silêncio que acorda em nós o ser humanos que, em certo dia, acabará por não estar connosco. É mais simples habituar-se à distância antes de esta ser eterna. Eis o motivo que leva todo o ser humano a entrar calado e a sair mudo da presença do doente: não se sabe o que dizer, foge-se dos sentimentos e da companhia do próximo cadáver. Está-se tão habituado à sua presença, que é melhor se habituar-se a essa eterna distância antes que a materialidade da vida faça realidade o que se teme.

 

Não falo de forma simples. Falo, por precisar. Ainda hoje, tive um diagnóstico que me espantara. Pensava eu, estar curado das minhas doenças, e acaba por não ser assim. É a desilusão das ilusões. Volta tudo à fase inicial: começar a preparação do corpo para o dia anunciado, dias intermináveis que desejamos passem depressa, devido à nossa imobilidade em relação aos passeios e divertimento com os outros. Inventamos ritos e dizemos que estamos sempre bem, apenas muito ocupados com os nossos trabalhos.

 

O amor acaba. Era divertido guiar, namorar, seduzir e sermos acarinhados.

 

Interrogo-me, melhoria para quê? Quem já foi enterrado em vida, falta-lhe apenas ser sepultado para a eternidade.

 

Sim senhor, sim senhor! Estou farto dos interesses de desconhecidos, e do abandono ao mais mínimo pretexto a que somos condenados, e tempos de cólera raiva e não dessa raiva de bactérias que nos mata minuto a minuto.

 

Sim senhor, viver para a solidão, apenas os nobres da Cartuja de Parma essa narrativa de Standhal.  Stendhal foi editado pela: Globo Editora , na categoria Literatura Estrangeira / Romance.

 

A Cartuxa de Parma é considerado um dos maiores romances do escritor francês Stendhal. Narra as aventuras amorosas vividas pelo protagonista na Itália da era napoleónica. O livro é uma apologia da liberdade de espírito e da leveza, do ímpeto e da energia individuais, que Stendhal identifica na ensolarada Itália. O romance é considerado por muitos críticos literários como um romance análogo ao O Príncipe de Maquiavel (Século XVI), mas retratando a Itália do século XIX. A criação de A Cartuxa de Parma foi, em muito, inspirada em leituras de documentos sobre famílias antigas da Itália, como a família Farnese, que Stendhal teve acesso em suas inúmeras passagens pela Itália, como cônsul. O Romance tem como protagonista Fabrício Del Dongo, um jovem aventureiro, de família nobre e de poucas ambições. Assim como Julien Sorel, protagonista de O Vermelho e o Negro, Fabrício é admirador de Napoleão e essa admiração constitui um dos aspectos sócio - históricos apresentados na obra, pois mostra uma Itália que sofre as consequências sociais da restauração da monarquia em territórios que pertenceram anteriormente ao Império Napoleônico, como os territórios do Piemonte. È a corrida de amores de Fabrizio, o que faz dele um homem solitário, porém doente.

 

Penso que é tudo. A doença, é a morte em vida.

 

Excepto acrescentar que Henri-Marie Beyle, mais conhecido como Stendhal (Grenoble, 23 de Janeiro de 1783 - Paris, 23 de Março de 1842) foi um escritor francês reputado pela fineza na análise dos sentimentos das suas personagens e pelo seu estilo deliberadamente seco.

 

Doente, porém….

 

 

 

 

 

 

 

 

publicado por João Machado às 14:00

editado por Carlos Loures às 14:06
link | favorito
Terça-feira, 8 de Fevereiro de 2011

Mis Camelias – por Raúl Iturra - 21

MEMÓRIAS DE PADRES INTERESADOS - ENSAIO DE ETNOPSICOLOGIA DE LA INFANCIA

(Continuação)

 

Nada de esto pasaba con nuestras hijas. Eran ideas de Eugenia, siempre la Reina, y Camila, su esclava. Esta relación, que era apenas una representación, le hacía mal a Camila. Gloria y yo nada dimos, cada una estaba en su derecho, pero aplaudíamos de forma igual a la creadora y a su fiel seguidora que, muchas veces, se dormía esperando entrar o en ballet de Scherezade del  compositor ruso Nicolai Rimsky-Korsakov[154], esa música aprendida de nosotros por tanto oírla, Gloria adoraba esa música y fue ella que la instiló en la mente de nuestras hijas. Cuando Camila se dormía, ¡válgame Dios si alguien la despertara! La rabia duraba días. Ya adulta, Camila era siempre le última en despertar. Adoraba acostarse muy tarde y dormir toda la mañana, cuando era posible. Parque en la Universidad de Sussex, donde estudió, debía estar muy temprano en clase, como en París, en La Sorbonne, Universidad que debía asistir para completar su curso de Ecología de cuatro años. Ir a París a estudiar, era parte de la formación de una investigadora que debe andar siempre en otros sitios para salvar especies de árboles en extinción, como ya he narrado antes.

 

Camila siempre tuvo un trato especial. Por causa de mal entendido entre su madre y yo, tuve un día, que salir de casa, para que las niñas no sufrieran lo que nosotros sufríamos. éramos muy adultos para colocar es fardo tan pesado en las emociones de nuestras hijas. Fue necesario que yo saliera de casa y Gloria comenzara a trabajar como Arquitecta de Interiores en una Empresa fuera de la ciudad de Cambridge. Las famosas enfermedades de Camila comenzaron a desaparecer. Sin embargo, cuando estaba realmente enferma, era ella que quedaba en casa y recibía al médico que su madre llamara para atenderla. Ese tratamiento especial, se lo ganó sola. Fue una hija especial, sea porque se cuidaba sola, o porque para entretenerse leía dos libros al mismo tiempo.

Nunca olvido esos días que pasaban conmigo en Portugal: Camila ni veía el campo de la aldea de São Joao do Monte, que yo estudiaba en las partes altas de Portugal: estaba siempre con sus dos libros a leer, leer, leer[155]. Siempre nos acompañaba mi amiga del alma, mi colega en la docencia, que estaba en mi grupo de investigación Maria José Beca Maranhão[156]No dejaba de reír y de tentar presentarla a los vecinos de la aldea, esa amiga casada sin hijos, que prácticamente adoptara a las nuestras como hijas suyas. Vivíamos en la Villa de Nelas[157], en una casa antigua arrendada por mí, y Maria José, en casa de amigos enfrente de la nuestra, la casa del Barón de Nelas, los Pais de Brito[158]. En cuanto ella usufructuaba de la riqueza de los Barones, yo sufría la pobreza de mi vecino y amigo, el Duque de Bragança[159], candidato a la corona de Portugal, si la República pudiese fallar, como en Francia Durante el Siglo XIX.

Familia real, con sus bienes, que eran muchos, todos confiscados y pasados a la categoría de patrimonio nacional. Ese Duque, Príncipe de la Beira, antes de casar y al tener un hijo pasa a ese hijo, como es el caso hoy, como he narrado en estas páginas título que se da al sucesor del Rey o Príncipe de la Corona, equivalente al título de Príncipe de Gales de la Monarquía Británica. La de Portugal, la Monarquía cayó al ser asesinado el Rey Carlos de Bragança[160] y su heredero, el Príncipe de la Corona Luís Filipe,[161] en 1908 como se dice Felipe en portugués, e instaurada la República de Portugal el 5 de Octubre de 1910[162], confiscando bienes de nobles y retirando tírulos. Nuestras hijas, habituadas en Cambridge a andar con príncipes y condes, no se interesaban en esta aristocracia rural y trataban a todos por el nombre y los obligaban a hablar en inglés, lo que ellos no sabían y respondían en francés. Así comenzó mi vida de políglota y traductor.

 

Hasta que nuestras hijas, de tanto venir a Portugal y, más tarde, Camila, a las Islas de Brasil, como está narrado antes, Cairu, una isla del archipiélago con el mismo nombre, enfrente de la ciudad  de San Salvador da Bahía, como ya he dicho en el primer Capítulo de este libro. Allí pasó un mes completo, sin teléfono y sin la, hoy necesaria caja electrónica que se llama  Internet[163], porque une y comunica a todo el globo terrestre con correo e información. En Cairu plantaron cien árboles para hacer violines y, ese teatro aprendido con Eugenia en sus historias representada después de comer -en Gran Bretaña se cena muy temprano, a las seis de la tarde, para que la familia tenga un tiempo para ella, para crear vida doméstica, para unir a las personas que tienen lazos de sangre y que crecen juntos porque los británicos estiman que sin esa domesticidad, es imposible ser feliz y trabajar con rendimiento,  también porque en las Islas Británicas se piensa que la mejor educación está en la casa, por eso se investiga mucho en todo tipo de vida doméstica y cada casa tiene una Visitante Social que ayuda a los matrimonios jóvenes a cuidar a sus hijos y cuidan que no haya desavenencias entre los papás y entre éstos y sus hijos. Nosotros tuvimos una, especialmente porque éramos extranjeros y su deber era que entendiéramos como era la vida en Gran Bretaña, pero al encontrarse con nosotros, una familia cuidadosa y bien estructurada y con muy buena información para criar hijos y ser pareja, Julia Napier, el nombre de nuestra Asistente, pasó a ser nuestra amiga de casa e integró el Comité de Chilenos  Refugiados. Ella presidió el Comité durante varios años. Entretanto, Camila, ya en la Universidad, aplicó su saber teatral doméstico y el aprendido en su Facultad de Ciencias de Ecología, en Sussex, para montar sus propias piezas que ensayaba con los habitantes jóvenes de Cairu.

 

La infancia se reproduce en la vida adulta, con excelentes resultado, si la infancia no es herida emocionalmente por los adultos, por transferir sus problemas a los hijos. Fue en el período de tristeza de mi mujer por haber perdido dos hijos antes de nacer, que fue necesario separar un tiempo a la familia, ella ir a trabajar a otra ciudad y yo hacer el papel de mamá y papá al mismo tiempo, por un corto período de nuestra historia familiar. Creo que aprendimos mucho de los pocos amigos, adultos responsables de su casa y de sus hijos, especialmente de Leonardo Castillo y su querida mujer Patricia Burns. Ellos me ayudaran mucho al cuidado de nuestras hijas, y, más tarde, a su madre, mi mujer, cuando fue necesario salir de casa para reponer su estabilidad. Estoy seguro de que mi comportamiento muy dedicado a la vida académica y muy machista, contribuyó para esta separación, siempre estimada breve y por un tiempo. Nunca ha existido una separación real, ni hemos  estado realmente lejos los padres, Gloria y yo, porque nuestras hijas primero, y nuestros nietos después nos han unido mucho. Es verdad que ha existido una serie de perturbaciones y malos entendidos, porque es tradicional en Chile pensar los  hombres machistas como yo, tienen siempre amantes con las cuáles, a diestra y siniestra, traicionan a sus mujeres. ¡Bueno! En mi caso, por ser encontrado muy atrayente- en Portugal una colega me dijo un día en la Universidad que yo era el hombre más requistado de la Universidad, es decir, perseguido o buscado por las mujeres.

Es evidente, era joven, sabía como comportarme sin seducir, era de Alta Patente Académica, Doctor de la Universidad de Cambridge y otras tonterías que parecían importantes a muchos. En Cambridge, mi familia, hasta el día de hoy,  me ha adjudicado una serie de amantes, que si esas señoras lo supieran,  no lo iban a poder creer... Aún si yo estuviera enamorado de ellas, serían amores imposibles, eran y son Catedráticas con maridos e hijos, algunas hoy en día han sido elevadas por la Reina de Inglaterra al rango de Pares, que para los hombres es Lord o Sir, y para las mujeres es Dame, todos ellos son creados Barones o Baronesas en cuanto estén vivos.

 

publicado por Carlos Loures às 15:00

editado por Luis Moreira às 02:55
link | favorito
Segunda-feira, 31 de Janeiro de 2011

O milagre que tardava a vir – por Adão Cruz


 

 

De um grande amigo meu, a quem enviei um texto de Mark Twain, recebi este mail:

 

 

A propósito do Criador, das doenças  e da ciência: circula nos meios noticiosos que vai ser beatificado (ou santificado? pouco importa) João Paulo II, com base na cura de uma freira que, com a "cunha" do papa, conseguiu d'Ele a cura da doença de Parkinson  (ou alzheimer - era a mesma doença de que padecia o papa).

 

É nestas alturas que dá sempre jeito termos por perto os homens da ciência,  para ajudarem a refletir os "rescapé" da Arca. A criatura tinha a doença devidamente diagnosticada. Será que os especialistas confundiram uma daquelas doenças arrasadoras com uma benigna doença nervosa, que qualquer abanão psicológico pode, numa noite, fazer desaparecer sem deixar rasto? Tratando-se doença séria, comprovada pela ciência (ou  também não  devemos dar grande crédito aos especialistas?), como de explica que a senhora nos apareça agora sem qualquer rasto da terrível doença? Tudo manipulado? Não será demasiada gente (aparentemente séria) a ser manipulada? A alguns dá para reflectir; a outros para rir. Certo é que o Criador deu uma cabeça a todos. Como cada um a usa, é isso mesmo, depende de cada um.

 

Eu respondi:

 

A mim dá-me para rir, obviamente! A medicina não é propriamente matemática, e tem coisas, por vezes, difíceis de explicar, não obrigando, contudo, a explicações anedóticas, sem ofensa para quem as aceita, que fazem rir.

 

Claro que o mais provável é que não fosse Doença de Parkinson, propriamente dita, comprovada, com substrato estrutural indiscutível, a qual é uma doença degenerativa, muito dificilmente reversível. Cada caso é um caso particular, como aliás acontece com todas as doenças. Por isso se diz que não há doenças, há doentes.

 

Mas a sintomatologia parkinsónica pode ser causada e mimetizada por outras doenças, nomeadamente por toxinas, doenças metabólicas ou outras condições neurológicas, as quais, se desaparecerem fazem desaparecer o parkinsonismo. Além disso, há parkinsonismos atípicos, que podem resultar de iatrogenia, isto é, de efeitos colaterais de medicamentos, por exemplo neurolépticos e antipsicóticos, como as fenotiazinas, os tioxantenos, as butirofenonas, as piperazinas e os próprios antidepressivos, não falando dos efeitos, ainda que muitas vezes não descritos, de outras drogas. Desaparecendo a causa desaparece a doença, e pode acontecer da noite para o dia. Há parkinsonismos, como há muitas outras doenças, a que chamamos idiopáticas, isto é, não têm uma causa aparente nem detectável pelos métodos disponíveis.

 

Daí a pôr João Paulo II como curandeiro, vai uma distância intransponível para milhões de cabeças. E muito mais intransponível se os méritos curadores advierem de uma santidade que faz rir muitos mais milhões de cabeças que conhecem bem os meandros dos crimes do vaticano e não só, em que a sua conivência, colaboração e aval, estão mais próximos do reino do pecado do que da esfera da santidade. Valha-nos deus!

 

 

publicado por João Machado às 16:00
link | favorito
Terça-feira, 18 de Janeiro de 2011

Cartas da Terra - por Mark Twain

 

 

Coordenação da Augusta Clara de Matos

 

 

Boas e Más Memórias

 

 

 

 

 

 

 

 

por Mark Twain


 

 

Noé e a sua família foram salvos — se é que se pode chamar a isso uma vantagem. Pus o se aí no meio pela razão de que nun­ca houve uma pessoa inteligente com sessenta anos de idade que aquiescesse a viver novamente a sua vida. A sua ou a de outra pessoa.

 

A família foi salva, sim, mas não estava cómoda, pois estavam todos cheios de micróbios. Cheios até às orelhas; gor­dos deles; obesos deles; distendidos como balões. Era um estado desagradável, mas não podia ser evitado, já que era preciso salvar micróbios suficientes para abastecer as futuras raças do homem com doenças desoladoras, e não havia senão oito pessoas a bor­do para servirem de hotéis para eles. Os micróbios eram de lon­ge a parte mais importante da carga da Arca, e a parte em rela­ção à qual o Criador se sentia mais ansioso e com a qual estava mais enfeitiçado. Tinham de ter boa alimentação e quartos agra­dáveis.

 

Havia germes tifóides, e germes da cólera, e germes da hidrofobia, e germes do trismo, e germes da consumpção, e ger­mes da peste negra, e algumas centenas de outros aristocratas, criações especialmente preciosas, áureas portadoras do amor de Deus pelo homem, bem-aventuradas dádivas do enfeitiçado para os Seus filhos — e todos eles tinham de ser sumptuosamente alojados e ricamente recebidos. Estavam instalados nos locais de melhor qualidade que os interiores da Família podiam fornecer: nos pulmões, no coração, no cérebro, nos rins, no sangue, nas tripas. Sobretudo nas tripas. O grande intestino era o ponto de reunião favorito. Era aí que se juntavam, aos milhares de mi­lhões, e que trabalhavam e se alimentavam, e se enroscavam, e cantavam hinos de louvor e acção de graças — e à noite, quan­do tudo ficava silencioso, podia ouvir-se o seu suave murmúrio. O intestino grosso era efectivamente o seu céu. Atulharam-no por completo — fizeram com que ficasse rígido como o anel de um tubo de gás. Sentiam orgulho nisto. O seu principal hino fa­zia-lhe uma contentada referência:

 

Prisão de ventre, oh, prisão de ventre

O som rejubilante proclamará

Até que a mais remota entranha do homem

Louve o nome do seu Criador.

 

Os incómodos proporcionados pela Arca eram muitos e va­riados. A Família tinha de viver mesmo na presença dos múlti­plos animais e respirar o tormentoso fedor que eles faziam, e ser emouquecida dia e noite pelo estrépito trovejante que os seus rugidos e guinchos produziam — e, a juntar a estes intoleráveis incómodos, era um sítio especialmente penoso para as senhoras, que não podiam olhar em nenhuma direcção sem verem uns quantos milhares de criaturas envolvidas em tarefas de multipli­cação e satisfação. E depois havia as moscas. A praga voava para todo o lado e perseguia a Família o dia inteiro. Eram os primei­ros animais a levantar-se, de manhã, e os últimos a deitar-se, à noite. Mas não podiam ser mortos, não podiam ser feridos, eram sagrados, a sua origem era divina, eram os animais de esti­mação especiais do Criador, os seus mais-que-tudo.

 

Em breve, as outras criaturas começaram a ser distribuídas aqui e ali sobre a Terra, dispersas: os tigres foram para a índia, os leões e os elefantes para o deserto vacante e os lugares secretos da selva, as aves para as ilimitadas regiões de espaço vazio, os insectos para um ou para outro clima, consoante a natureza e as necessidades —, mas a mosca? Ela não tem nacionalidade - todos os climas são a sua casa, todo o globo é a sua provín­cia, todas as criaturas que respiram são a sua presa, e para todas elas ela é um flagelo e um inferno.

 

 

publicado por Carlos Loures às 14:00

editado por Luis Moreira às 12:16
link | favorito
Terça-feira, 28 de Dezembro de 2010

57 000 baixas fraudulentas - um crime sem castigo.

Luis Moreira

Estas pessoas que faltam ao trabalho mentindo, justificando com atestados médicos falsos uma doença que não existe deveriam ser imediatamente despedidas. Há maior justa causa que andar a enganar quem lhes paga o vencimento, a atraiçoar os colegas que têm de fazer o trabalho do crápula e a receber do Estado o que não têm direito? É um triplo crime mas não acontece nada.

Nada disto existiria se quem trabalha fosse devidamente avaliado com as faltas a serem penalizadoras ( um director de uma escola cujo texto publicado no Publico aqui reproduzi, diz que as faltas, nas escolas, eram todas justificadas fosse qual fosse o motivo) porque os faltosos saberiam que tinham alguma coisa a perder, assim vale tudo, não só mentem ao empregador, como recebem do Estado aquilo a que não têm direito (que nós, os que não faltamos, temos que pagar).

Serve a alguem ser honesto, dedicado, empenhado, ter mérito se ao lado tem um colega que goza na sua cara praticando crimes que ficam impunes? É alguma vez possível que a produtividade cresça se não se pode contar com um elemento da organização que falta quando quer? E que é readmitido como se nada tivesse acontecido?

São estes principios em que assenta a nossa legislação laboral que são defendidos, protegendo gente incapaz e desonesta em vez, isso sim, de proteger os trabalhadores dignos desse nome. É isto o resultado das progressões automáticas, dos aumentos ao fim de X tempo. Impunidade para quem engana tudo e todos.

Se a um destes individuos fosse aplicada uma pena exemplar acabavam-se as fraudes de imediato, não vale a pena dizer que são os médicos que assinam de cruz, porque isso não resolve nada, sempre o médico dirá que não pode saber se a pessoa está ou não com obstipação, mas encontrar o "doente" na taberna a jogar as cartas, ou a trabalhar noutro lado, não precisa de confirmação.

Como se viu nestas 57 000 fraudes!
publicado por Luis Moreira às 13:00
link | favorito
Quarta-feira, 29 de Setembro de 2010

Como se fora um conto - O Sr. Adérito, engraxador

José Fernando Magalhães



Já lá vão muitos anos, mas as lembranças fluíam com rapidez.

Sentado à mesa de um café da baixa Portuense, olhei os meus sapatos e pensei em quanto me saberia bem que aquele café tivesse um engraxador. Apeteceu-me ter os sapatos limpos, escovados e a brilhar.

Se ao menos ainda houvesse engraxadores! Já há muito que os não via. Os últimos estavam naquela entrada de um prédio da rua Sampaio Bruno, quase em frente à Casa da Sorte. Havia também um ou dois, que paravam na Praça da Liberdade, quase na esquina da rua da 'engraxadoria'.

Antigamente, não havia café que não tivesse um, e havia trabalho para todos. Todo o homem que se prezasse gostava de ter os sapatos a brilhar. Hoje são raros, os engraxadores, já que sapatos a brilhar ainda os vai havendo, e homens que se prezem ainda há um ou outro.

.O sr Adérito era franzino, pequeno, de pele muito branca e sem barba. Homem dos seus quase cinquenta anos, não parecia ter mais de trinta.

Eu era ainda um chavalo. Nem vinte anos tinha, e na altura, só se era homem depois da maioridade, e essa só vinha aos vinte e um. Hoje não é assim. Os putos, ainda mal desmamados e recentemente saídos de debaixo das saias das mamãs, na sua maioria dependentes inteiramente dos progenitores, chamam-se a si mesmos e de pleno direito, homens, e podem até votar e influenciar a vida de um país.

Loiro, de melena lambida e cabelo muito fino, o sr Adérito tinha o tique de, movendo rapidamente cabeça, atirar com a melena para o cimo da cabeça, tirando-a da testa e da frente dos olhos. Tinha sempre um cigarrito ao canto da boca, muitas das vezes, apagado, e ia assobiando fados no meio das histórias que nos contava.

Era homem de muitos conhecimentos da vida, mas de poucos estudos. Tinha tirado a quarta classe, com alguma dificuldade por ser o filho mais velho e haver necessidade de ajudar nos trabalhos da casa, dos irmãos mais novos e do quintal, e depois, findos esses estudos, tinha ido trabalhar para os campos do Senhor D. António, lá na terra. Teria na altura onze anos. Aos quatorze fugiria para o Porto, e por cá se mantivera desde então.

Até aos dezoito, trabalhara em toda e qualquer coisa, tanto boa como má, e nessa altura fizera-se engraxador por influência de um grande amigo, conquanto recente. Pouco tempo antes tinha ido dar com os costados ao chilindró por via de um assalto a um café, mal calculado e mal executado, e lá conheceu o Neca engraxador, internado no mesmo edifício por motivos idênticos, que nas horas vagas, e por amizade, lhe ensinou a arte. Quando saiu da pildra, abraçou esse ofício.

No café onde o sr Adérito trabalhava, um café grande na rua de Ceuta, parávamos nós, estudantes, para lanchar, jogar bilhar na cave, e de longe a longe, estudar.

O homem, com um sorriso constante na face, era um bom conversador, e eu um bom ouvinte.

Aos poucos fiquei a saber o que era possível saber-se da vida dele. Tinha seis filhos, um de cada mulher, e vivia sozinho num quarto de uma pensão de quinta categoria, com vistas de rua, na rua Formosa, com serventia de uma cozinha e de um quarto de banho que ficavam ao fundo do corredor do seu andar, o terceiro. Cantava fado duas ou três noites por semana, a troco de um magro jantar e de uns copitos de vinho.

Dos filhos pouco sabia, a não ser do mais novo, e das respectivas mães, nada, a não ser da última. Andava no Tribunal com ela, por causa de uma pensão de alimentos para o filho, que ele não podia dar. Não tinha com quê, dizia. O pouco que ganhava mal dava para pagar o quarto e para comer. E ele que comia tão pouco. Não conseguia engolir e o estômago tinha minguado. Ficava enfartado logo que bebia um copo. E como bebia outro e mais outro, a comida não cabia. Devia ser por isso, confidenciou-me um dia, que tinha apanhado aquela doença dos pulmões, que o não largava e que o obrigava a tossir constantemente. O cigarro também não ajudava. Eram dois macitos por dia. Dos pequenos (cada maço só tinha doze cigarros), baratitos (custavam sete ou oito tostões, 0,8 escudos), os mata-ratos (nome que na gíria se lhes dava na altura). Kentuchy, era o nome da marca. Tinha de ser desses baratos, que o dinheiro não chegava para mais. Mas o Juiz não estivera pelos ajustes e mandara-o pagar uma fortuna. Quase trinta escudos cada mês. E ele tinha lá os trinta escudos para pagar. Trinta escudos eram uma fortuna. Pensavam que ele era rico ou quê? Cada engraxadela custava menos de um escudo, e não engraxava mais de dez pares de sapatos por dia, nos dias bons, queixava-se ele. A média andava pelos cinco ou oito. Daí tinha ainda de tirar para comer e para o quarto e para os cigarritos, que o café e um ou dois bagacitos, ele podia tomar de borla no café. Tinha também de comprar a graxa e as tintas, e os panos estavam a ficar rotos, e as escovas sem pêlos. Não podia. Não dava para tudo. Mais valia ficar com o puto com ele. Era mais barato. E ele que até gostava muito do miúdo. Era parecido com ele. E tendo vindo tarde, era quase como um neto. Mas a mãe não queria, precisava do dinheiro que sobrasse para as coisas dela, que o que ganhava a lavar escadas não chegava. Só se fosse roubar... falava com o som a diminuir, terminando quase a ciciar. Mas que não queria, já tinha passado por essa vida e não queria voltar. E, dizia meio a brincar, que nem tinha saúde para isso.

O dilema do sr Adérito era enorme, e nós, amigos dele, ficávamos tristes com o seu infortúnio. Resolvemos então dar-lhe dinheiro, pouco, só para ele poder pagar a pensão do filho. Entre todos arranjávamos vinte e cinco escudos todos os meses. E assim, durante mais de dois anos, em todos os meses, excepto no Agosto, porque não estávamos presentes, lá lhe entregávamos o dinheiro, sempre até ao dia oito, que era quando ele tinha de fazer o pagamento. Tal e qual como se fosse uma renda de casa.

Um dia, ainda o Inverno era uma criança, não apareceu. Às vezes acontecia, desaparecia durante dois dias ou três. Eram os pulmões, ou o estômago ou então outra mazela qualquer, e voltava sempre, um pouco mais debilitado. Mas não voltou desta vez, e ninguém sabia o que lhe teria acontecido. Não havia notícias. Teria morrido? Esperava-se que não, coitado do homem. O tempo passou. Uma semana, duas, um mês, dois, três, cinco meses, e aos poucos deixamos de falar diariamente dele. Só um dia por outro. No café havia agora um outro engraxador. A lembrança do nosso amigo, impedia-nos de gostar muito deste novo. Nem sequer era simpático.

Acabou o ano lectivo e começou outro. E do sr Adérito, nada.

Chegou Dezembro e o Natal contagiava-nos a todos. Toda a gente andava com uma alegria renovada. Faltavam poucos dias para o dia vinte e cinco.

Estava o meu grupo a tomar café logo depois do almoço, numa sexta-feira com sol, quando uma sombra parou à porta de vaivém. Disse bem, uma sombra. Não era mais que isso. A sombra do sr Adérito, e ele na ponta dela, na soleira. Especado, olhando para dentro do café. Estava mais magro, muito mais. As roupas, com melhor aspecto do que as que habitualmente usava, pareciam penduradas num cabide. A cara ainda mais branca, os lábios sem cor.

Já tinha passado quase um ano. Tinha chegado a nossa prenda de Natal. Sendo o Natal quando um homem quiser, pode acabar por ser em Dezembro, como naquele ano.

Com um sorriso nos lábios dirigiu-se a nós depois dos cumprimentos da praxe aos ex-colegas do café. E falou, e falou, e falou. Que tinha estado internado, que tinha sido uma urgência, que nem tinha tido tempo de avisar fosse quem fosse, que tinha passado um mau bocado, dos pulmões pois claro, que o mudaram de sanatório para outro longe do Porto e que quando saiu, já com a saúde menos abalada, por lá ficou, numa terra vizinha, a trabalhar de engraxador e a fazer uns biscates. Que já estava melhorzinho, mas que tinha de ficar lá pelas montanhas, que o ar era bom e lhe fazia bem. Que tinha vindo ao Porto por nossa causa. Vinha devolver o dinheiro. Ganhava bem lá pela vila onde estava. Vivia com uma senhora que o ajudava bastante, e tinha de devolver o que lhe tínhamos emprestado. E puxou do dinheiro para nos dar. Vinte e cinco escudos por mês vezes tantos meses, muitos. Queria pagar tudo. Que tinha de ser. Não ficava de bem com ele mesmo se assim não fosse. Qualquer dia morria e não quereria ficar com aquela dívida por liquidar.

Não era emprestado, tinha sido dado, dissemos, mas nada o conseguiu demover, e tivemos de aceitar o dinheiro.

Ao fim de duas, três horas, nem sei ao certo, tão curto me pareceu o tempo, um carro veio buscá-lo, com uma senhora ao volante. Parou à porta, com o motor a trabalhar, e lá foi ele embora, para não mais o vermos, com um breve aceno e um sorriso nos lábios, feliz por ter cumprido o que entendia por correcto.

E nós aprendemos muito, com mais esta lição de vida, de decência e de honestidade, que nos ajudou na nossa formação como homens.

Tempos depois, houve uma revolução, e os homens como este entraram em vias de extinção.

.

Passaram já tantos anos que suponho que o sr Adérito já tenha morrido, por certo que sim, por causa da doença e tudo, mas na minha memória continua ali, a engraxar uns sapatos a seguir a outros, sempre bem disposto, assobiando, contando histórias, no café da rua de Ceuta.

Que pena já não se encontrarem por aí, com facilidade, homens assim!

Não sei nem sequer imagino quem possam ser os filhos do sr Adérito. Como não sei o seu nome de família e não há a quem perguntar já que os donos do café são agora outros, nada poderei fazer, mas imagino como seria bom que eles pudessem saber desta história do pai deles.
publicado por Carlos Loures às 19:30
link | favorito
Quinta-feira, 23 de Setembro de 2010

Doença Fisiológica, Doença Social.

Raúl Iturra

Palavra definida pela negativa, como convém quando a substância é a dor. Provém da palavra latina dolentia: falta de saúde, ou dolentiae: dor.

Há vários tipos de doença com os quais lutamos imenso para sarar. Há as que saram e há as que matam, há as que nos acama, há as que, passado um tempo, recuperamos do referido mal. Historicamente, há as que eram incuráveis, como o cólico miserere hoje denominado apendicite ou inflamação do apêndice ileocecal. Doença que, até 1940, matava se não fosse operada ou subtraída do corpo antes de infectar os intestinos ou o peritoneu (membrana serosa que cobre as paredes do abdómen = Peritónio). Doença que, actualmente, é simples de curar e ocorre mais entre crianças que entre adultos. Se acontecer uma inflamação do peritónio, a penicilina G é um antibiótico natural derivado de um fungo, o bolor do pão Penicillium chrysogenum (ou P. notatum). Descoberta em 15 de Setembro de 1928, pelo médico e bacteriologista escocês Alexander Fleming, está disponível como fármaco desde 1941, sendo o primeiro antibiótico a ser utilizado com sucesso. A apendicite não é, hoje em dia, uma doença que mate, excepto se não for tratada atempadamente por falta de recursos da família do doente, ou porque não se acredita na pessoa que diz sofrer essas dores. Há outras doenças, urgentes de tratar, que começaram a aparecer por meados do Século passado, como o Alzheimer e o vírus HIV, transmitido por via sexual ou sanguínea, caracterizada pela destruição ou pelo desaparecimento das reacções imunitárias do organismo (o agente da sida é o retro vírus HIV). A doença caracteriza-se pela destruição de uma certa classe de glóbulos brancos, os linfócitos T4, suportes da imunidade celular, e traduz-se por um desaparecimento das reacções de defesa do organismo. São as doenças, como o cancro, nomeadamente da mama, que matam sem, ainda, se ter descoberto defesas para as curar.

Há também as doenças das que ninguém quer saber e foge-se da pessoa que a contrai porque cansa estar sempre a ouvir o seu sofrimento. Pessoalmente, sempre digo: hoje estou melhor que ontem, ou muito bem, muito obrigado, para não espantar ninguém. São doenças materiais, do corpo, não da mente, como as neuroses descobertas por Charcot e Freud. Não são materiais, são do ego e do superego que as inventa sem repararem que nada tem.

Parece-me que há um terceiro grupo, as doenças dos que para nós têm sido pessoas importantes e perdem a saúde, o mando do seu corpo e, finalmente, o respeito dos que eram os seus subordinados. É a doença do herói, que deve ser respeitado, mas ao perder o poder, é abandonado.

Finalmente, há as doenças sociais, das quais se foge porque as pessoas passam a ser uma entidade inútil para o seu grupo social e são-lhe atribuídas condutas que, de facto, não existem, inventadas porque não são pessoas que se visitem.

Acrescentaria um quarto grupo: a doença da licença, que é quando, cansada ou não, uma pessoa solicita não participar no trabalho do grupo porque não lhe apetece, ou porque tem assuntos pessoais para tratar, que não quer que ninguém saiba.

De todos estes grupos, as pessoas não contribuem para o bem comum, criando com afã uma solidariedade recíproca para a sociedade, retirando assim uma mais-valia social.

Em síntese, digamos que existem dois tipos de doenças: as que matam; e as sociais, que não permitem a contribuição para a construção da vida em grupo.

É evidente que as doenças variam de cultura para cultura, de sociedade para sociedade, como tenho tratado em outros textos ou ensaios meus, especialmente quando arremeto a doença mais pecaminosa de todas ao causar estragos na vida adulta do ser humano que a sofreu em criança: a pedofilia, que infelizmente, anda na moda hoje em dia e deve ser punida, por indicar falta de desenvolvimento emotivo, entre pessoas adultas que obtêm o seu prazer sexual com crianças, ou com púberes novos. Excepto se for um ritual, como o é entre os Baruya da Nova Guiné, estudados por Maurice Godelier, ou entre os Sambia da Oceânia, de David Herdt, ou do clã Picunche dos Mapuche do Chile, sobre o qual tenho escrito vários livros. É uma doença que apenas tem cura através da psicanálise ou com pena de prisão para separar da vida social a quem a tanto se atreve. É o problema que sofremos em Portugal, especialmente entre sacerdotes católicos e os seus estudantes, ou na Grã-Bretanha, sítio no qual Bento XVI solicitou o perdão do povo, mas nem por isso deu resultado: um ser humano ferido na infância nos seus sentimentos passa a ser um não trabalhador ou prostituto na vida adulta. No meu ver, a prisão perpétua é curta: deviam ser fuzilados como inimigos da sociedade que habitam e invadem com a sua falta de desenvolvimento racional o povo no qual habitam. São inimigos de guerra e como tal devem ser tratados. À violação das crianças devia ser declarada guerra com a participação das Forças Armadas e não apenas uma justiça lenta e demorada. Mata-se criança, seja quem for o bandido que a mata é inimigo de guerra.

Estas são doenças que a rapidez da escrita, me permite lembrar…

Solicito apenas aos adultos: nunca deixem os seus pequenos a sós: é o cólico misesere do Século XXI, sem cura, que começou muito antes que personalidades mediáticas, entre outras, tenham sido encontradas dentro deste latrocínio, da guerra do fim do mundo.
publicado por Carlos Loures às 15:00
link | favorito

.Páginas

Página inicial
Editorial

.Carta aberta de Júlio Marques Mota aos líderes parlamentares

Carta aberta

.Dia de Lisboa - 24 horas inteiramente dedicadas à cidade de Lisboa

Dia de Lisboa

.Contacte-nos

estrolabio(at)gmail.com

.últ. comentários

Transcrevi este artigo n'A Viagem dos Argonautas, ...
Sou natural duma aldeia muito perto de sta Maria d...
tudo treta...nem cristovao,nem europeu nenhum desc...
Boa tarde Marcos CruzQuantos números foram editado...
Conheci hackers profissionais além da imaginação h...
Conheci hackers profissionais além da imaginação h...
Esses grupos de CYBER GURUS ajudaram minha família...
Esses grupos de CYBER GURUS ajudaram minha família...
Eles são um conjunto sofisticado e irrestrito de h...
Esse grupo de gurus cibernéticos ajudou minha famí...

.Livros


sugestão: revista arqa #84/85

.arquivos

. Setembro 2011

. Agosto 2011

. Julho 2011

. Junho 2011

. Maio 2011

. Abril 2011

. Março 2011

. Fevereiro 2011

. Janeiro 2011

. Dezembro 2010

. Novembro 2010

. Outubro 2010

. Setembro 2010

. Agosto 2010

. Julho 2010

. Junho 2010

. Maio 2010

.links