Sábado, 14 de Agosto de 2010
Luís Moreira
Vai fazendo o seu próprio caminho, a ideia da autonomia para a escola pública. Contra quase todos! Desde logo de quem não é necessário na escola mas vive dela. Os burocratas do Ministério da Educação e dos Sindicatos.Nunca ninguem os ouviu falar de autonomia, porque isso está contra o seu poder que usam e abusam. Mas há cada vez mais pessoas a lutar pela autonomia. Leiam esta carta de Rui Silvares que tudo indica ser um professor:
"....Talvez seja tempo de exigir que seja dada verdadeira e total autonomia às escolas portuguesas.O ministério deverá garantir o funcionamento do sistema, deixando para os conselhos de escola a responsabilidade de decidir sobre questões práticas em termos curriculares e de funcionamento das aulas.No final de cada ano lectivo e nos anos terminais dos ciclos de ensino básico e secundário, é desejável que o ministério organize e imponha exames nacionais com o objectivo de nivelar resultados.Nessas ocasiões, cada escola terá uma prova da qualidade do sistema que criou e será obrigada a assumir o sucesso ou insucesso do trabalho das suas estruturas particulares."
"...O Ministério da Educação e as suas tentaculares direcções regionais são absoletos, estão ultrapassados, não funcionam convenientemente e fazem mais mal que bem ao sistema do ensino português,"
O autor só se esqueceu dos sindicatos que têm co-governado a educação em Portugal e têm tanta culpa como o Ministério, sem um não vivem os outros e, é por isso, que nunca ninguem os ouviu falar em autonomia da escola.Mas o que tem que ser acaba por vingar, só é pena que pelo caminho fiquem os despojos da vaidade, da arrogância, da preguiça e da ignorância.
Há muitos anos que me bato pela autonomia das escolas, já aturei muito preguiçoso à espera que passem os anos para subir na carreira, muito ignorante que diz que não pode haver avaliação nas escolas e, também, gente bem intencionada que tem como horizonte de vida as quatro paredes de uma sala de aula.
Sábado, 3 de Julho de 2010
O nosso colaborador Josep Anton Vidal, envia-nos este texto sobre um tema que para os catalães e para a Catalunha assume uma grande importância. O idioma de Josep Vidal é o catalão. No entanto escreve-nos em castelhano para que melhor possamos compreender o que nos diz.Porque o castelhano é uma língua que, não sendo a sua, lhe é familiar e na qual gosta também de ler e escrever. Nós, de uma forma geral, lemos com facilidade o castelhano. Porque nada temos contra a língua e a cultura castelhana, mantemos a carta de Josep Vidal nesse idioma.Josep A. VidalLa reciente sentencia del Tribunal Constitucional español contra el Estatuto de Autonomía de Cataluña, que declara inconstitucionales 14 artículos y señala que otros 27 requieren ser interpretados conforme a la sentencia, ha elevado la crispación del clima político catalán y ha marcado un nuevo hito en el proceso de distanciamiento entre Cataluña y España que se ha ido produciendo a lo largo de los últimos años y que ha cristalizado en una conciencia cada vez más amplia de que la vía autonómica, tal como se ha desarrollado desde la Transición, no sirve para articular un modelo de Estado para España en el que puedan sentirse integradas y corresponsables todas sus partes.
Hay una causa lejana, el franquismo y su vitalidad ideológica, puesto que algunos de los mitos que alimentó sobre el concepto de España y la esencia de lo español, han pervivido y perviven como constituyentes del imaginario colectivo en gran parte de la población española y, lo que es más grave, en el de las fuerzas políticas y sus líderes, tanto de derechas como de centro y de izquierdas. Y hay también una causa remota, primigenia, anterior al franquismo, que, a quienes somos amantes de las hemerotecas, nos regala siempre la angustiosa sorpresa de descubrir en la prensa de cien años atrás palabras y debates que manifiestan idénticas coordenadas de incomprensión, una idéntica incapacidad para articular un Estado moderno, que se reconozca a sí mismo tal como es, en su realidad plural, y que pueda así articular un proyecto de futuro en el que quepan todas sus partes.
La política española ha alimentado secularmente, y alimenta aún, el imaginario español que llevó a Antonio Machado a escribir aquellos versos que tanto se han difundido sobre las dos Españas:
Ya hay un español que quierevivir y a vivir empiezaentre una España que muere y otra España que bosteza.Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. una de las dos Españas ha de helarte el corazón.- Si en España se apela a estos sentimientos, cualquier despropósito se vuelve aceptable.
- Lo paradójico –trágicamente paradójico– de estos versos de Machado es que esa España agonizante a la que se refiere resucitó con la fuerza y la rabia necesaria para romper el bostezo de la otra España, pero su resurrección estuvo falta de la vitalidad necesaria para regenerarse.
Y así llegamos a la Transición, y así la hicimos. De aquellos polvos vinieron estos lodos, como reza el viejo refrán castellano. La Transición no fue capaz de liquidar el franquismo o algunos de sus componentes. Prefirió disolverlo, es decir, dejar que se mezclara con otras sustancias políticas, sociales, psicológicas... Y ha quedado un poso, un sustrato que recorre y alimenta pensamientos, miedos, atavismos, principios, valores, conductas y afirmaciones, y que surge de vez en cuando con una fuerza inusitada en la voz de algunos líderes de la derecha ultraconservadora, de algunos dirigentes de la Iglesia, de algunos líderes de izquierdas que –paradójicamente– han conseguido hacerse con una aureola de liberales, progresistas. Y que, a pesar de que fueron, sin lugar a dudas, antifranquistas comprometidos en la construcción de una nueva España, a la hora de la verdad no han sabido leer la realidad o no han sabido darse cuenta de que la han leído a través del sustrato procedente de la disolución del franquismo o del imaginario que el franquismo consagró. Aunque tal vez tendríamos que decir "del imaginario que consagró al franquismo", porque atribuir correctamente las relaciones de causa y efecto, en un panorama tan complejo como es la vida y la historia de la España del siglo XX, no resulta nada fácil. Por eso hay que insistir en que, dejando al margen los pocos franquistas de toda la vida más o menos reciclados pero nunca convertidos, que batallan en la política, como los señores Fraga, Mayor Oreja o Aznar, los brotes o apariciones súbitas del imaginario franquista se dan a menudo entre los antifranquistas de toda la vida, incluso entre quienes arrastran un historial y han seguido una trayectoria de cuya honestidad política no puede dudarse.
En el imaginario político español uno de los principios que suscitan una adhesión más unánime es el de la "unidad de España". En este tema los matices políticos entre las distintas fuerzas, partidos y posturas están en lo adjetivo más que en lo sustantivo. Unos dirán "la indisoluble" unidad de España, otros "la sacrosanta", otros "la inviolable" y otros, "la unidad" a secas, sin adjetivos. Pero, en definitiva, todos conceden a ese principio una consistencia tal, que no requiere de ningún tipo de reflexión. Nadie se interroga sobre "qué tipo de unidad", cómo se consigue, en qué se asienta, cuál es el mejor aglutinante para conseguirla y perpetuarla... Y, por supuesto, nunca se llega a plantear si el prerrequisito necesario de la unidad es la voluntad de unirse ejercida en libertad, o qué pasa cuando esa unidad se impone contra la voluntad de alguna de las partes, o cuando se ejerce con la preponderancia de unas partes sobre otras, o cuando se instala en la injusticia o el menoscabo de alguna de las partes que integra...
Esta larga disquisición puede parecer un desenfoque del problema de la inconstitucionalidad atribuida por la sentencia del Constitucional al Estatuto de Cataluña. Pero no lo es. En cuanto se escarba un poco en la realidad española o ésta se lee en profundidad, surgen al momento esas parcelas de "lo intocable", "lo inamovible", "lo permanente", las esencias "eternas"... En España, si se apela a estos sentimientos, cualquier despropósito se vuelve aceptable.
El Tribunal Constitucional niega que el concepto de "nación" sea aplicable a Cataluña con eficacia jurídica, acepta que el catalán es "también" lengua de Cataluña, pero niega que pueda ser "preferente" en el uso en las instituciones catalanas... Niega carácter vinculante, elimina o limita la capacidad jurídica y de actuación de instituciones catalanas como el Consejo de garantías estatutarias, el "Síndic de Greuges" (el equivalente al "defensor del pueblo"), o el Consell General del Poder Judicial, mutila las competencias sobre actividad financiera y entidades de ahorro, la competencia en materia de Derecho Civil –aunque el Estatuto respetaba aquellas que la Constitución atribuye al Estado–. Y retrotrae las coordenadas de financiación y recaudación a la situación de precariedad económica crónica a que ha estado sometida Cataluña durante las últimas décadas. Una situación que ha supuesto un expolio permanente de sus recursos con el pretexto de la solidaridad y la compensación territorial. Una situación de injusticia flagrante, que ha supuesto la asfixia económica de Cataluña. Una situación que ha sido objeto de la protesta de las instituciones y de la sociedad catalana a través de sus instituciones, e incluso de la protesta de los ciudadanos, protestas y reclamaciones que han servido en todo momento para tildar a Cataluña de insolidaria, pese a haber aportado siempre el mayor tributo de solidaridad a las arcas del Estado y, por tanto, a la compensación y el reequilibrio territorial
Y además de los artículos suprimidos, el Tribunal Constitucional da directrices –en una sentencia cuyo texto extenso aún no ha sido hecho público– para la interpretación restringida de otros artículos diversos...
En la sentencia, según lo manifestado y publicado estos días en la prensa, se cita hasta ocho veces "la indisoluble unidad de la nación española" (Avui, 29 de junio, 2010). Aparecen, por tanto, de nuevo los fantasmas. Podemos seguir creyendo que la "unidad" nos ha sido otorgada por la naturaleza, la gracia divina o cualquier otro poder que la sitúa fuera de toda posibilidad de discusión, que podemos seguir sin plantearnos qué es lo que nos une, en virtud de qué tipo de pacto se fundamenta nuestra unidad...
También en las reacciones de los políticos reaparecen los fantasmas: Fraga, el ministro franquista y hoy Presidente honorario del Partido Popular, no pudo evitar concluir que "aunque el Tribunal no ha tocado muchos artículos, está claro que "ese Estatuto no sirve" para nada, y se vio obligado a acabar gritando "¡Viva España!". Por su parte, en el otro extremo político, el socialista Alfonso Guerra, haciendo gala de ese cinismo que suele usar como pátina de inteligencia –debo decir aquí que a mí, que aprecio el cinismo y el sarcasmo cuando son in teligentes, me disgusta enormemente el de Alfons Guerra–, dijo no entender las protestas del President de la Generalitat de Catalunya –José Montilla, que es socialista y andaluz, como el mismo Alfonso Guerra– por la sentencia del Constitucional, porque sólo habían retocado "un cinco por ciento". Alfonso Guerra, que probablemente conoce Shakespeare, debería haber recordado a Shylock y la libra de carne lo más cercana posible al corazón con la que pretendía cobrar su deuda. Sólo la arrogancia y esos fantasmas de que he hablado antes pueden sostener un despropósito tan absurdo. Si se mutila un organismo, la gravedad no depende del tanto por ciento mutilado, sino de la parte mutilada, que siendo minúscula puede ser vital. Yo, por ejemplo, me conformaría con un retoque de a penas el 3 % de la Constitución Española, y estoy seguro de que, si eso fuera posible, a Alfonso Guerra se le congelaría la sonrisa y cambiaría el cinismo por el exabrupto.
Y también el presidente del Gobierno de España, el Sr. Zapatero, ha manifestado estar satisfecho con la sentencia. Este mismo señor prometió en Cataluña, antes de empezar el proceso de redacción del Estatuto ahora mutilado, que apoyaría "el Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña". No fue así, naturalmente. El Parlament de Catalunya elaboró, pactó, redactó, discutió, enmendó y aprobó el texto que fue enviado a Madrid para ser debatido en las Cortes (el Parlamento español es bicameral; por tanto, fue debatido por el Congreso de los Diputados y por el Senado). Y allí volvieron a repetirse los pactos, las lecturas, los acuerdos, los debates, las mutilaciones y los redactados alternativos... Alfonso Guerra, presidente de la comisión de evaluación del Estatuto, dijo entonces: Lo hemos cepillado como un carpintero... (aquí, el cepillado se refiere al trabajo de rebaje que efectúa el carpintero con la "garlopa")... Así pues, debidamente cepillado, el Estatuto obtuvo la aprobación del Parlamento español, volvió al Parlamento de Catalunya, que lo sometió a referendo del pueblo de Catalunya, que lo aprobó por mayoría, si bien la participación fue baja y mostró los efectos de un proceso que había sido agotador, decepcionante y traumático. A continuación fue sancionado por el Rey y publicado para su entrada en vigor.
Inmediatamente, el Partido Popular presentó recurso de inconstitucionalidad de más de un centenar de artículos. También el Defensor del Pueblo –el socialista Fernando Múgica, nombrado durante el mandato del popular José María Aznar–, presentó recurso de inconstitucionalidad, como también lo hizo alguna comunidad autónoma presidida por el PP. Pero al mismo tiempo que se presentaban los recursos de inconstitucionalidad se dio otro fenómeno curioso y paradójico: algunas comunidades autónomas que estaban comprometidas en el proceso de redacción de un nuevo Estatuto de Autonomía, tomaron el Estatut de Catalunya como referente. Por eso, completados los respectivos procesos de aprobación, hoy existen en España comunidades autónomas cuyo Estatuto de Autonomía contiene artículos en vigor que han sido suprimidos o modificados por el Tribunal Constitucional en el Estatuto de Cataluña.
Para dictar su sentencia, el Tribunal Constitucional, formado por jueces designados en función de cálculos probabilistas de los distintos partidos, ha necesitado 4 años, seis borradores y un cúmulo de actuaciones que han desprestigiado al Tribunal y lo han situado claramente en el terreno de lo ridículo.
Ahora, todo queda abierto. Ya se verá hasta qué punto Cataluña, sus fuerzas políticas y la sociedad civil, son capaces de articular y mantener una respuesta unitaria. El PP y otras fuerzas afines, claman por someterse a la sentencia y empezar a revisar, para adecuarla a lo que queda del Estatut, toda la tarea legislativa hecha por el Parlament de Catalunya durante los 4 años de vigencia del Estatut ahora mutilado y desvirtuado, sobre la base de que no hay ni puede haber "pacto" entre España y Cataluña, porque Cataluña es España, y por tanto no se trata de dos entidades que puedan ponerse en el mismo plano para pactar nada. Otras fuerzas, acatan pero no comparten ni aceptan la sentencia y reclaman la restitución completa del Estatut que votó el pueblo de Catalunya (el mismo que habían "cepillado" y aprobado las Cortes españolas, y el mismo que sancionó el Rey), basándose en la necesidad de restablecer el "pacto" y el entendimiento entre Cataluña y España. Otras, en cambio, declaran cerrada la vía autonómica y no ven otro futuro que la independencia, basándose en un movimiento cívico que ha ido ganando espacio bajo la reivindicación del "derecho a decidir" y que ha cristalizado en las consultas sobre la independencia de Cataluña que se han ido realizando en los distintos municipios de Cataluña.
Así, a pocos días de las vacaciones del verano. En septiembre, con las elecciones autonómicas en Cataluña a la vista y la crisis económica galopante, y el desgaste político del gobierno Zapatero, y las ambiciones del PP, y las estrategias de todos los partidos españoles, veremos cuál será el panorama.
Segunda-feira, 10 de Maio de 2010
Josep Anton Vidal
Desde que em 13 de Setembro de 2009, a localidade catalã de Arenys de Munt convocou os seus pouco mais de 6000 cidadãos maiores de 16 anos para uma consulta popular a fim de se pronunciarem sobre a independência da Catalunha, que ascendem já a 458 os municípios catalães nos quais se verificou igual consulta, o que representa un volume de votantes convocados de quase meio milhão de cidadãos. Nos dias e meses seguintes, houve consultas noutros municípios e cidades. Na cidade de Barcelona a consulta está prevista para o dia 10 de Abril de 2011.
A pergunta que se submete à consulta dos cidadãos é esta: "Está de acordo em que a nação catalã se constitua num Estado de direito, independente, democrático e social, integrado na União Europeia?"
Não pretendo estabelecer juízos de valor sobre os resultados, que, com cerca de 20% de participação, dão aproximadamente 93% favoráveis ao SIM, mas simplesmente situar o arranque súbito deste processo de "transição" para a independência, que vai ganhando corpo ao mesmo ritmo com que ganha terreno la opinião, cada vez mais ampla e firme, de que Espanha, na sua definição actual, não tem nem a capacidade, nem a mentalidade, nem a convicção democrática, nem o conhecimento da sua própria realidade, necessários para avançar no sentido de outra definição política onde caiba uma pluralidade que até ao momento demonstrou, historicamente, não entender e que sempre, nos momentos decisivos, de um modo ou de outro, acabou por negar e combater.
O esforço histórico de Espanha, desde a pretendida integração dos diversos reinos hispânicos, não foi nunca o de descobrir, integrar e construir a sua própria realidade, mas sim principalmente o de a negar. A negação da própria identidade leva a perseguir quimeras e a impor coisas absurdas.
A Transição espanhola iniciada em 1975, após a morte do ditador, foi uma oportunidade histórica na qual se jogaram as cartas num contexto de grandes dificuldades. Fez-se muito, mas nem tudo se fez bem. Em questões de grande importância, preferiu-se subscrever uma hipoteca a longo prazo em vez de pagar a pronto o preço que havia a pagar.
As diversas forças políticas comprometidas na elaboração de uma constituição democrática, num contexto de violência e de pressões políticas e de confrontos entre forças, mentalidades e convicções irreconciliáveis, tiveram que aceitar um acumular de ambiguidades no texto constitucional, de modo que cada um nele encontrasse alguma coisa do que queria encontrar. Mas isso significava que as questões essenciais ficassem adiadas para debates posteriores e que, de cada vez que eram colocadas, remetidas para o texto constitucional, este ofereceria leituras de tal modo poliédricas, que seria inevitável que ficassem apanhadas na teia conjuntural do momento em que fossem discutidas.
O Estado das autonomias promoveu uma série de entidades regionais entre as quais incluiu as nações históricas, a que, pela ambiguidade de que falámos, preferiu designar por "nacionalidades", um termo equívoco, um eufemismo, que, dadas as circunstâncias do momento, podia calar as vozes dos nacionalistas, que viam nessa ambiguidade uma aproximação às suas aspirações identitárias e políticas, e que permitia aos espanholistas afirmar que en este Estado no cabe más nación que Espanha. Ao mesmo tempo, as diferentes autonomias imporiam a necessidade de uma homogeneização que actuaria como travão aos anseios autonomistas de los distintos, entidades nacionais entre as quais a Catalunha. E para deixar tudo “atado y bien atado” –e utilizo aquí como analogia irónica palavras do ditador - confiava ao Exército a função de garantir a unidade de la nação espanhola - função que continua a exercer actualmente, dado que o texto constitucional não há foi modificado.
Não houve, pois, no conjunto do Estado, uma autêntica convicção autonomista. Houve, isso sim, uma estratégia autonomista que, com o tempo, foi criando algumas raízes e propiciando algumas conversões surpreendentes ao autonomismo. Inclusivamente de pessoas do regime franquista, entre as quais um ministro de Franco, Manuel Fraga Iribarne ocupou durante anos a presidência da Xunta de Galicia. E foram muitos os que se "recolocaram" no novo quadro democrático, em sectores financeiros e económicos, nas instituições sociais e culturais, em organismos internacionais, nos partidos e na política. Mas, o oportunismo e as convicções não são a mesma coisa, embora se confundam (e com isto não pretendo negar alguma convicção democrática a pessoas que antes tinham flirtado com a ditadura). Vou adiantar um dado como exemplo: ainda hoje, enquanto que na Catalunha um político renunciaria sempre a ser ministro do Estado espanhol se tivesse oportunidade de ser Presidente da Catalunha, os presidentes das outras comunidades autónomas renunciam à Presidência da sua Comunidade se têm a oportunidade de ser ministros do Estado espanhol.
Assim, embora se tenham gerado novas dinâmicas sociais, políiticas e económicas e tenha entrado num novo contexto internacional, a Espanha foi arrastando um mal não resolvido, nem debatido. Por um lado, os males não resolvidos foram-se enquistando até se tornarem crónicos; por outro, a febre própria de um organismo doente, gerou estados de alerta permanente, de preocupação e depressão, do cansaço de arrastar os mesmos problemas e de tropeçar repetidamente nas mesmas pedras. E a reacção mais generalizada, entre políticos de direita e de esquerda e entre a população de qualquer cor política, é que se deve acabar com as pedras. É como aquele que, em sua casa, tropeça sempre na cadeira que está a meio do corredor e, em vez de a mudar de lugar, a atira ao fogo. «Morto o cão, acabou-se a raiva», diz um provérbio.
Por isso, não já a apologia nacionalista, mas a simples afirmação de coisas tão naturais como las diferenças linguísticas, a singularidade da história de cada povo, la simples afirmação da própria identidade nacional faz saltar faíscas antinacionalistas que se exprimem através de uma argumentação radicalmente espanholista, excluidora e radicalizada. A afirmação nacionalista das chamadas nacionalidades históricas provoca uma irritação desmesurada. "Não podemos permitir que a ENDESA vá parar fora do território nacional", gritava a presidenta da Comunidade de Madrid perante a possibilidade de que fosse por diante uma OPA hostil lançada contra a referida companhia por capital catalão (embora tenham acabado por considerar perfeito que fosse parar a mãos do capital italiano). "Os documentos são nossos por direito de conquista" gritava o novelista castelhano Gonzalo Torrente Ballester perante a multidão congregada em Salamanca para impedir um acto de justiça tão simples como que os documentos roubados de pistola em punho pelo regime franquista a instituições e particulares e armazenados no arquivo da cidade castelhana fossem devolvidos aos seus legítimos proprietários.
Hoje, o Estatuto da Catalunha, aprovado pelo Parlamento catalão, discutido e recortado nas Cortes Espanholas e aprovado finalmente por este organismo, passado o trâmite da sua discussão no Senado espanhol, submetido a referendo do povo da Catalunha e aprovado, publicado e sancionado pelo Rei, encontra-se desde há quatro anos no Tribunal Constitucional, de onde sairá provavelmente transformado numa paródia de si mesmo, apesar de já ter nascido sendo uma paródia das legítimas aspirações da Catalunha. A unidade da língua encontra-se ameaçada por aqueles que fomentam o secesionismo linguístico, sem que o Estado, que de modo algum aceitaria – e, naturalmente, com razão - que alguém argumentasse que a língua que se fala na Andaluzia, Castela e Extremadura sejam idiomas diferentes, permite e fomenta a consideração de idiomas distintos, de facto, para a língua que se fala na Catalunha e na Comunidade Valenciana. Põe-se obstáculos ao desenvolvimento das infra-estruturas (obriga-se a passar por Madrid para fazer voos internacionais, atrasou-se até ao sufoco a ligação de alta velocidade com a Europa, negou-se durante anos la publicação das balanças fiscais e se ha afogado a economia da Catalunha...). Qualquer tentativa de análise da realidade é vista como um rol de agravos, "el cuento permanente de la lágrima".
Não pretendo deter-me na enumeração dos problemas. Apenas desejo sublinhar que, sejam quais forem, com maior ou menor razão é impossível o debate, o diálogo objectivo, corajoso, com capacidade para enfrentar os problemas. Esgrime-se contra a racionalidade a sacralização da Constituição, embora a sua revisão seja necessária para a saúde democrática do país. Contra qualquer reivindicação de autonomia opõe-se um nacionalismo espanhol tão orgulhoso e altivo como disparatado por alheio à realidade. E, seguindo a estratégia de se apoderar exclusivamente de uma argumentação com e fim de a negar ao adversário, a exaltação de espanholismo reveste-se com os argumentos da universalidade face aos egoísmos e à falta de objectivos dos particularismos.
Não existe uma via clara de diálogo porque não se soube construir a convivência na base do respeito cívico, político e democrático.
Por isso, as consultas realizadas na Catalunha, sem ser vinculativas nem terem mais transcendência do que a expressão de um sentimento, são um sintoma. Um sintoma de uma situação que não é boa. E se há que trata-la, haverá que reconstruir sobre bases mais firmes e honestamente respeitosas as pontes do diálogo.
Permitam-me que, à maneira antiga, ilustre o que disse com uma fábula:
Era uma vez duas ilhas vizinhas. A bondade do clima e os ventos favoráveis, aliados a uma natureza diversa, povoaram-nas com todo o tipo de plantas e árvores de fruto: num lugar maçãs, noutro cerejas, noutro pêssegos, laranjas... E cada tipo de fruta tinha um aroma e um sabor característicos.
Um belo dia, na ilha, alguém disse: "Unamo-nos todos. Se cada um contribuir com o seu sabor e o seu odor, a riqueza o encanto da nossa ilha se multiplicará".
E todos estiveram de acordo, e a partir daquele dia, as maçãs, as cerejas, as laranjas... tomaram o nome comum de "fruta". Não obstante, alguns objectaram: "Conhecemos o gosto e o aroma das cerejas, das peras, dos limões... Mas, que gosto e que aroma terá a 'fruta'?"
E alguém respondeu: "Nenhum em concreto e todos. Cada fruta terá o seu gosto e o seu aroma. E os de todas e cada uma das frutas os sentiremos como próprios."
Nisto concordaram e assim foi.
Na ilha B, as maçãs disseram: "Que bom é ser maçã! Vimos de uma linhagem antiga. Já no Paraíso nos foi confiada a chave do bem e do mal. Todos deveriam conhecer e proclamar a nossa grandeza".
E espalharam-se pela ilha, até que chegou uma altura em que puderam dizer aos seus vizinhos: "Em todos os lugares da ilha há maçãs. Esta terra é a nossa terra e a nossa unidade é inquebrantável e sagrada. Desde agora e por acima de tudo, seremos todos a mesma coisa: "fruta", e estaremos orgulhosos disso perante o mundo."
Mas aqueles que os escutavam disseram: "E que gosto e aroma serão os da fruta?" E as maçãs, orgulhosas da sua linhagem, disseram: "Dado que há maçãs em toda a ilha, o nosso gosto e o nosso sabor comuns serão os das maçãs. Cada uma de nós poderá conservar os próprios da sua espécie; mas, se queremos que o mundo conheça a excelência da "fruta", temos que estar unidas. Por sorte para todos, as maçãs têm uma vastíssima história e um prestígio extraordinário que nos acredita perante o mundo."
Algumas frutas levantaram objecções, mas as maçãs disseram: "Não é tempo de egoísmos nem de particularismos. É a hora da generosidade, porque o destino nos chama à grandeza. Não podemos esquecer que antes de mais, somos frutas."
Ainda houve uma que se atreveu a dizer: "Mas, nós, para sermos fruta temos que nos transformar em maçãs... E vós, o que tendes de fazer para ser fruta?"
Y las maçãs exclamaram unanimemente: "Basta de mesquinhices. Não se pode viver instalado no agravo permanente, sempre con o «cuento de la lágrima»... Quando chegarás a compreender que somos cidadãos do mundo e que a nosso alcance tem de ser universal?"
As maçãs aplaudiram este discurso exaltante e convincente. E muitas outras frutas se juntaram aos aplausos con la fé dos convertidos.
E desde aquele dia, na ilha B, todo foi de mal a pior.*
*Esta fábula foi transmitida radiofonicamente no programa de opinião La Nit, de COMradio, na sua emissão de 27 de Abril.