MEMÓRIAS DE PADRES INTERESADOS - ENSAIO DE ETNOPSICOLOGIA DE LA INFANCIA
(Continuação)
8. - Los botones de nuestras flores.
He querido siempre dejar la conclusión de cualquier libro mío, para el lector pensar. Es una espécie de caída libre sobre el texto. El narrador ya voló. El vuelo, ese que nunca llegaba al comienzo del libro, acabó por aparecer y duro, el aterrizaje más de cuarenta años. Pero como adultos mayores que somos, no pueden esperar tanto. Si esperamos, los nietos crecen, tienen sus rebientos de flor, o somos bisabuelos o ya no estamos en la tierra. Lejos de mí, por ahora, poder pensar que existe una eternidad. En el comienzo de mi vida, creía todo lo que me decían, especialmente nuestra madre Doña Flora, y esa cantidad de Padres, Obispos y Cardenales que visitavan nuestra casa o a cuyas casas íbamos. Mi instrucción de Catequesis comenzó en la más tierna infancia y duró una eternidad de veinte años. Eternidad, porque el terror que imponía en nosotros la Iglesia Romana, a cuya fe pertenecíamos, nos hacía pensar que la vida era corta y acababa en un tic de ojos, esos que he tenido siempre, como herencia de familia. Todas las peronas de la familia pestañeaban como la Julia Roberts, solo que con menos elegancia y menos estilo. Estilo que no pasó a nuestros rebientos. Nunca me olvido que, como he narrado en otros textos míos, que era el campeón de las misiones. Misiones para formar sindicatos, misiones para construir escuelas en la zona rural de Chile, bien como caminos, bajo el ardiente sol de las cumbres altas de las ciudades San Felipe y de Los Andes, donde era Intendente, y después Gobernador, nuestro tío el médico Segismundo Iturra Taito. Ese tpio que me entregaba la Intendencia para yo gobernar, sin nunca parar. El único ateo de la familia, era nuestro padre, el Ingeniero y terrateniente, Raúl Iturra Merino. Ese nuestro papá que, ya verca de su muerte, pasó a la profesión del catolicismo. No le bastaba ser cristiano por lógica cultural. Al saber o intuir que iba a morir, pasó a ser un ardiente católico. Dice nuestra madre Doña Florentina Maria Redondo Carretero de Iturra, que la conversión era su obra. De que lo dudo, lo dudo. El temos a la muerte es muy grande. Lo dive quién pasó por esos hechos más de lo que tres vezes. Lo que nuestro padre queria era vivir más. Así se convirtió. En el último minuto de su vida. Mandas y promesas, sacrificios de la familia, nada habían logrado encuanto estaba con salud y a divertirse en la vida.
Quién tuvo más suerte fue mi mujer. Nació en el seno de una familia francesa, antiguos Hugonotes que, al pasar quinientos años de su protentastismo, no solo los Nolle de Monjeville se olvidaran de su rebelión, como de todo. Inmensos esfuerzos hice yo para convertirla a nuestra fe. En Edimburgo, íbamos a Misa a los Domibgos, en la Capilla Universitaria de los Dominicos, esos pedófilos de los que me pude salvar porque fui un ser humano avisado: hacían cariño en las partes más eróticamente sensibles de mi cuerpo de adolescente. Como yo nada entendía, para mí había solo una verdad: mi familia y, después, mi mujer y nuestras hijas. Mi mujer me excitaba mucho y espero que yo también a ella. Si así no fuera, no nos hubiésemos casado y tenido cuatro hijos, con dos sobrevivientes apenas, nuestra Camelias Eugenia y Camila. Tenía ya la fama de mujeriego, pero de esta vez era verdad. Usé mi virginidad, por la primera vez, a los trece años, en tre las piernas, los pechos y los brazos de la empleada más bonita de todas las que había en nuestra casa. Como és evidente, al día siguiente me iba a confesar. Tenía terror del Infierno, esa sagrada idea con las cuales los curas nos aterrorizaran. Nuestra hermana Blanquitavtebía tanto miedo, que depertaba con pesadilas en la noche, a soñar y correr el diablo. A sus quince años en nada creía, como el reto de nuestros hermanos. Por fidelidad a nuestros padres, los acompañaba a Misa y comulgaba con ello. Mis confesiones eran siempre mentiras, porque el cura me pregubtaba si estaba arrepentido y nuca más lo haría. Yo cruzaba los dedos, y decía, no padre, nunca más, pero esa noche ya estaba otra vez en la cama con otra mujer para pecar. En mi juventud, había dos tipos de mujeres: para csar, que no se tocaban, y mujeres para fornicar. Como era hijo de patrón, tal como él, yo tenía muchas, hasta me enamorar de Gloria. Paré y esperé. Lo que ella haya hecho, es su historia y lo dirá o no, es con ella. Una duda me saltó después del matrimónio. Enrique Hayerman, en amigo ítimo de Raoul Gonzáles Nolle, a quién llamábamos Quille, y su mujet Ema Hoffen, padrinos de bautizo de Gloria, insistía mucho en dejar colgada una sabana de cama con una mancha de sagre. El Quille me día, entre trago y trago, porque bebía mucho, es en Chile que se bebe mucho, no era sólo el Quille, me mostraba la sábana y me decía con la compliocidad de "machos": la desvirginaste, niño, ¡felicidades! Y Ema, la madrina, de apellido Hoffen, que nunca bebía como mi suegra hacía, también insistía.La Emi, que vivió hasta los ciento y dos años. No me parecía que era afable que una señora de su alcurnia, hablara de mi vida privada, ni me parecía señor del Quille hacer lo mismo. Mi vida era mi vida, conmigo y mi mujer. Las insistencias de los padrinos, me hizo sospechar que talvez... Pero no es mi história. Gloria no tenía nada de mojigata, viajaba, enamoraba, era muy hermosa y aún lo es, y tenía una corte de admiradores que me hacía la vida negra. Hija de liberales no creyentes, masones todos ellos, mi idea era convertirla e hice lo que pude, pero no apenas no lo conseguí, sino que hastaa yo perdí la fe. En nuestro matrimónio no hasbía cultivo de la misma. Es asi que, como ya he narrado en otro libro, un día de Allende, en Chile, comencé a sentir que algo me faltaba:la divinidad. En un segundo dejé de creer, hasta hoy. La verdad sea dicha: desde que la ví, quedé apasionado por mi mujer, hasta hoy. En esos veinta años, es bien peor, epecialmente en nuestro caso, que anadábamos solos por todas partes, dormíamos en la misma cama, pero con el incurtido respeto a la novia enseñado a mí por la máma y su ajedrez de Curas, Obispos. Cardenales de Chile y de Roma, y hasta un Papa, puedo yo jurar que no la toqué. Que jugábamos eróticamente, es verdad, pero a mayor excitación, mas pasión. Me había quedado el bautizo de mojigato, esa palabra chilena que, ya en este último Capítulo, no voy a definir. Apenas puedo decir que un mojigato es una persona simple, medio tonta,significado de casi monje. No resisto a mi mente inqusitiva, que me ha hecho buscar el sigificado.[197]. El lector puede advertir mi incapacidad para no saber y buscar, me picaba el saber... y como soy muy confiado, es mejor saber que no. A los confiados, todo el mundo nos engaña. Nosotros los confiados no somos tontos y, por ese creer en los otros, nos dejamos embaucar, con la la alegría de dar felicidad a otros.
Y nada más digo. Es supuesto que sea un libro con mi mujer, ella dirá lo que falta. Los botones de nuestras flores han sido criados dentro de creencias religiosas. Yo, las estudio. He escrito mucho sobre religión, Derecho Canónico, Teologia, leido todos Tomás de Aquinos, todos los libros sagrados para entender la mentira que allí se esconde, o la verdad, para otros, que los guía. Solo sé que los Católicos de Portugal están podridos en riqueza y saben hacer alianzas con las personas convenientes y adequadas, conceptos sobre el caul tengo un copy right, desde que los crée en mi libro del año do mil, cuando nació mi primer nieto, a 20 de Junio de ese año, día en que Daniel Sampaio presentó mi libro en la ciudad de la Guarda y en nuestra aldea de Vila Ruiva.
El resto, es para mi familia comentar.
Parede, Porutgal, 21 de Mayo de 2008. Día de las glorias navales de Chile.
Para mi nieto Ben, hijo de Camila Iturra e Felix Ilsley, esa nueva pareja que sabe mirar para el futuro.
De
El Abuelo
10 de Abril de 2008.
Autor:
Raul Iturra lautaro[arroba]netcabo.pt
(Continua)
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